Si siempre quisiste tener una guía que te sirva de orientación sobre cómo organizarte a la hora de hacer una traducción, no puedes perderte este artículo. A continuación, la primera parte de una lista de consejos importantes:
- Asegurarnos de contar con todo el material de referencia posible, es decir, tener buenos diccionarios y glosarios al alcance.
- Hacer uso eficaz del tiempo: no dedicar la totalidad del tiempo a la traducción, sino también hacernos un lugar importante para la revisión. Nunca nunca: entregar una traducción si haberla revisado.
- Usar colores para marcar palabras a buscar. Por ejemplo, podemos utilizar el resaltador amarillo de Word para las que debemos investigar y hacer este trabajo investigación de palabras en forma agrupada para no estar interrumpiendo la traducción constantemente. Nuestra consulta para las palabras desconocidas debe ser primero en un diccionario monoligüe, ya que partimos de la base de que no podemos traducir aquello que no entendemos. Luego, buscamos posibles traducciones al idioma de llegada en recursos confiables.
- Nombre propios: estos merecen una fase de investigación aparte. Debemos cerciorarnos de que en el texto que traducimos, los nombres propios de las personas que se mencionan estén bien escritos (nunca, nunca creamos que sólo porque está en el original, eso significa que es correcto). Lo mismo sucede con los nombres geográficos, movimientos históricos, eras, etc. No demos nada por supuesto: por motivos políticos, los nombres de los países cambian de denominación y no podemos pretender acordarnos de todo.
- No “trabarnos” con palabras con las que no podemos lidiar en el preciso momento de traducir. Es mejor dejar una traducción provisoria (que marcaremos con un color, por ejemplo, el verde) y más tarde volver a esa palabra, de la que seguramente ya tendremos más contexto, lo cual nos va a ayudar a acercarnos más a la traducción pretendida. Nunca, nunca debemos dejar: espacios en blanco, signos de pregunta, cruces ni marcas que fácilmente van a pasar desapercibidas al momento de realizar la entrega (y que, bajo presión parecen siempre jugar a las escondidas).
- Traducir por niveles de dificultad: si nos encontramos con párrafos enteros que son más fáciles, podemos empezar con ellos. No hay una sola forma de hacer una traducción y, por ende, el proceso no tiene por qué ser lineal. Incluso, podemos saltear partes que son muy difíciles e ir directamente hacia el final del texto y trabajar un poco en esa sección, si es que eso puede ayudarnos a arrojar luz sobre el tema en cuestión. Nuevamente, nuestro objetivo no es dejar nunca nada en blanco ni incompleto, así que ni bien terminamos con las capas más fáciles del texto, podemos dedicarnos a las más complejas.
¡Si quieres recibir más consejos, no te pierdas la próxima publicación!
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