De vez en cuando puede ocurrir que nos falten las palabras. Tenemos, durante una conversación, la sensación de que la palabra que buscamos está ahí, “en la punta de la lengua”, como si casi pudiéramos verla, pero de ningún modo tocarla, ni mucho menos expresarla. Como si no encontrásemos las llaves (que estaban en la heladera), o el control remoto (siempre debajo del mismo almohadón). Estos olvidos suelen tener su solución unos minutos o días más tarde, cuando la palabra en cuestión (“¡Mendrugo!”) vuelve de sus vacaciones y se pone a nuestra disposición nuevamente.
‘Twas brillig, and the slithy toves
Did gyre and gimble in the wabe (…)*
Did gyre and gimble in the wabe (…)*
Uno de los recursos más comunes en la creación de neologismos ya aparece en estas líneas: se trata de la contracción de dos términos en una sola palabra que el propio Carroll (por boca de su personaje Humpty-Dumpty) definió comoportmanteau (aquí se trata de ‘slithy’, unión de ‘slimy’ y ‘lithe’).
Parece lógico que estos creadores de palabras surgieran en momentos de grandes cambios y novedades: las eras isabelina y victoriana en Inglaterra se caracterizan justamente por la actividad fervorosa de hombres y mujeres especialmente inquietos. Cabe pensar que en la época de grandes transformaciones en la que vivimos puede darse un esplendor similar de la palabra lúdica. ¿Qué términos, entonces, podríamos crear para la época actual? ¿Qué ideas o conceptos que circulan sin un nombre fijo o adecuado podrían prestarse al ejercicio de la denominación recreativa?
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