Los diferentes tipos de traducciones tienen sus diferentes tipos de complejidades y, en esta ocasión, me gustaría hacer una breve reseña de las problemáticas que puede enfrentar un traductor de este tipo de textos.
Los tebeos o cómics representan no sólo las limitaciones típicas de la lengua (idiolectos, dobles sentidos, localismos…) sino también limitaciones de espacio. Como todos sabemos, el tebeo ofrece información no sólo a través de las palabras sino que éstas van unidas a una imagen y el traductor deberá ceñir su traducción al espacio del que dispone. Hay que tener en cuenta que en la mayor parte de las ocasiones el autor original no realiza su trabajo pensando en que va a traducirse sino que los bocadillos tienen la longitud exacta para que quepa el texto fuente. Asimismo, el traductor tampoco podrá contar con algunas licencias que puede permitirse en otro tipo de textos como notas explicativas a pie de página, aclaraciones, etc…
Por tanto, para poder ofrecer una traducción más o menos aceptable que se asemeje lo máximo posible al original, habrá que eliminar cualquier contenido accesorio, al igual que ocurre, por ejemplo, en la subtitulación donde también se encuentran con esta limitación de espacio.
Lamentablemente, en este tipo de traducción, habrá ocasiones en las que habrá que eliminar texto importante porque no existe manera posible en la lengua de llegada de plasmar la idea original en el espacio reducido del que se dispone, lo cual es bastante frustrante para el traductor que sabe que el lector no va a recibir al completo la información; no obstante, esto es algo que tendrá que asumir como parte de su labor.
Un problema también importante son las onomatopeyas en los cómics, no tanto las que están dentro de los bocadillos sino las que forman parte del dibujo pues, por lo general, suelen ser muy características del uso del país de origen (por ejemplo, se utilizan mucho y, de hecho, tienen una función fundamental en los cómics de Estados Unidos) pero que para el lector de otro país pueden no tener significado alguno. La solución en estos casos suele ser que un rotulista modifique el dibujo pero, aparte de que esto es bastante costoso, se pone en duda hasta que punto debe modificarse el trabajo del dibujante que se entiende que es un artista cuya obra no debería tocarse, por lo que en la mayoría de los casos suele dejarse o se recurre a soluciones poco éxitosas como tratar de poner la traducción en el espacio en blanco que queda entre viñetas o añadir un pequeño cartel al lado de dicha onomatopeya.
Se podría hablar mucho de la complejidad que revisten este tipo de textos pero mi intención era recoger brevemente uno de los aspectos más problemáticos de este tipo de traducción. Es una obviedad decir que recurrir a profesionales expertos de este ámbito que conozcan a la perfección la lengua origen, sus localismos, sus expresiones… es vital para poder traducir no sólo de la forma más fiel posible el original sino ceñirse al espacio del que se dispone de tal manera que la información que se pierda sea mínima.
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