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Un diálogo común en nuestras vidas es cuando nos preguntan acerca de nuestra actividad. Invariablemente, en todas las ocasiones, la persona que me pregunta qué hago como traductor no sabe distinguir la diferencia entre traductor e intérprete. Básicamente, el diálogo es así:

- amigo/pariente/vecino : ¿Y a qué te dedicas?
- Sergio : Soy traductor.
- amigo/pariente/vecino : Ah, ¡qué interesante! ¿Y es muy difícil?
- Sergio : A veces sí. Hay que documentarse bastante.
- amigo/pariente/vecino : Igual debe ser complicado decir en español lo que la otra persona está hablando en inglés.
- Sergio : No, no. Eso se llama interpretación. Yo soy traductor, trabajo con textos.

La traducción y la interpretación son dos actividades que pueden estar muy relacionadas entre sí. En ambas se trabaja con los idiomas, ambas consisten en transmitir en un idioma meta lo que se comunica en un idioma fuente, y en ambas el conocimiento y la documentación son de vital importancia. Pero entonces, ¿qué hace que estas dos actividades sean tan distintas a la vez?

Son varios aspectos los que las diferencian. En primer lugar, la interpretación es oral. Una persona habla en un idioma x y el intérprete pronuncia sus enunciados en el idioma de destino. La traducción, en cambio, es escrita. El traductor recrea el contenido del autor en el idioma de destino. Esta diferencia nos lleva a la segunda: la interpretación es inmediata, es una actividad que se realiza a medida que el contenido se va generando. La inmediatez de la actividad depende del tipo de interpretación. En la interpretación simultánea, por ejemplo, el intérprete transmite el mensaje desde una cabina, el orador se expresa libremente sin detenciones y la audiencia escucha el contenido a través de audífonos. Es el tipo de interpretación que se aprecia en grandes reuniones, como las que se realizan en la ONU. La interpretación consecutiva es aquella donde el orador hace pausas en su discurso para que el intérprete lo comunique en el idioma de destino. En este caso, el intérprete se encuentra al lado del orador y por lo general no se utilizan soportes técnicos. Hay otros tipos de interpretación, pero creo que estas dos son las más frecuentes. Por otro lado, la traducción no es inmediata. Generalmente, el traductor realiza su actividad cuando el contenido original ya ha sido creado en su totalidad. En este sentido, el trabajo del traductor es menos estresante y permite corregir los errores. El traductor puede volver sobre el texto cuantas veces quiera o incluso contactar al autor para resolver dudas sobre su mensaje. El intérprete no tiene estas posibilidades.

De las dos diferencias ya enunciadas podemos derivar muchas más. Por ejemplo, decir que la herramienta de un intérprete es su voz y que la del traductor es su procesador de textos. El intérprete necesita documentarse antes de realizar su actividad, el traductor puede documentarse a medida que realiza su trabajo. La interpretación exige dominio absoluto de dos habilidades lingüísticas: la audición y la expresión oral. La traducción exige dominio de las otras dos: lectura y escritura.

¿Puede un traductor ser intérprete o viceversa?
Sí y no. Y esto es una opinión muy personal. La respuesta puede ser afirmativa, ya que existen muchas escuelas en que se prepara para ambas actividades. Como vimos, las diferencias son bastantes y, por ende, las habilidades y técnicas para realizar uno u otro trabajo también son distintas. En resumen, si una persona puede desarrollar de manera óptima las cuatro habilidades lingüísticas, podrá desempeñarse como traductor y como intérprete. Pero esto no es algo que ocurra con mucha frecuencia. Por lo general, desarrollamos algunas habilidades más que otras y eso termina por indicarnos cuál es el área donde mejor nos desempeñaremos (en caso de que hayamos recibido instrucción en ambas actividades). Por otra parte, creo que es mucho mejor dedicarse a una sola actividad y perfeccionarse en ella. En mi caso, mi universidad me preparó para ser traductor y no para ser intérprete, de modo que no conozco las técnicas de interpretación y tampoco he desarrollado al máximo las habilidades lingüísticas necesarias para realizar ese trabajo. Sí, soy bilingüe, pero leo mejor que lo que escribo, no me cuesta conversar en inglés, pero sí decir en español lo que otra persona acaba de pronunciar en inglés.

Entonces, quedamos en eso: soy traductor y no intérprete. ¿Entendió la diferencia?

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